La tecnología se convierte en un terreno de empoderamiento gradual y defensa de derechos, donde la colaboración entre hombres y mujeres es fundamental.
A medida que las profesiones adquiren prestigio y visibilidad, las posiciones de poder van cayendo bajo el dominio de los hombres.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2021 los sectores de alta y media tecnología emplearon a un 7,6% del total de ocupados de la economía española; sólo el 29,0% estos puestos fueron destinados a mujeres. La mayor participación femenina corresponde al sector investigación y desarrollo (49,6%), seguido de los sectores manufactureros de alta tecnología (41,2%).
A pesar de que España cuenta con una participación femenina superior en comparación a los datos de la UE, sigue existiendo mayor representación de hombres en los sectores de alta tecnología. Esta brecha de género reduce las oportunidades de innovación y nuevas perspectivas para resolver los desafíos actuales y futuros que enfrentamos.
Sin embargo, el ámbito tecnológico no es ajeno a los movimientos sociales que están ocurriendo en nuestras calles. Las mujeres han empezado a percibir y tomar consciencia sobre los obstáculos que se han ido formando y delimitando su espacio. Es desde esta conciencia que se está reflexionando sobre los obstáculos para que el poder se reparta equitativamente.
Mari Luz Guenaga, profesora del Departamento de Tecnologías Informáticas, Electrónicas y de la Comunicación de la Universidad de Deusto, nos habla, en primer lugar, del denominado efecto Matilda; el prejuicio en contra de reconocer los logros de las mujeres científicas, cuyo trabajo a menudo se atribuye a sus colegas de género masculino y conlleva la invisibilización. En segundo lugar, el síndrome de la impostora hace que las mujeres tengan una duda constante sobre su propia valía que no les permite reconocerse autoras de sus logros, por no sentirlos suyos o dudar de su propia competencia.
También desde esta conciencia surgen iniciativas nuevas, como la organización Emakumeak Zientzian. Esta ha unido fuerzas con otras treinta y dos entidades regionales dispuestas a hacer visible la actividad de las mujeres en la ciencia, romper con los roles típicamente masculinos atribuidos a las actividades científico- técnicas y fomentar la elección de carreras científicas entre niñas y en el panorama del futuro tecnológico el empoderamiento va de la mano de toda la sociedad. Es decir, avanzamos en la medida que nos empoderamos, en la que se deja y se dan espacios para que otras se empoderen, en la que trabajamos juntos, hombres y mujeres, por estas reivindicaciones.
Toñy Moreno, actualmente vinculada al Grupo de Comunicación de la Universidad de Deusto como investigadora postdoc, nos explicaba el proyecto ARES. En él, ya se ha constatado que existe antifeminismo y discriminación en los contenidos online. Digamos que estas resistencias parecen responder de forma recurrente al progreso hacia la igualdad y obstaculizar la integración de las perspectivas de género en las políticas y la práctica.
Las resistencias al feminismo surgen de manera más violenta cuando los pasos hacia la igualdad se perciben como una amenaza, nos decía Pilar Rodríguez, profesora e investigadora principal de Comunicación en la Universidad de Deusto. Con el traslado de la lucha y la fuerza al terreno virtual, el contexto se irá naturalizando, por supuesto habrá quién se resista y resistencias de muchos tipos. El progreso no se logrará de manera apresurada, será un proceso gradual y así, poco a poco, serán más las mujeres en la tecnología.