Los términos mujer, poder y tecnología no suelen ir de la mano. Pese al creciente acceso a la tecnología, hay cosas que han quedado inalteradas.
“No se trata de otorgar poder a la mujer vía la tecnología (o no tanto) en un sentido literal, sino de usar la herramienta tecnológica para diagnosticar de forma distinta cuestiones que puedan afectar directamente al bienestar, como es la violencia de género que se ejerce en las redes sociales y que afecta y está presente desde el mundo político al educativo, cultural o científico” afirma Annabel Martin, profesora de Estudios de la Mujer, Género y Sexualidades en la Universidad de Darmouth, Estados Unidos. Martin nos explica el enfoque sobre el que abordar el I Congreso International “Mujer, tecnología y poder”, que tendrá lugar en la Universidad de Deusto (Campus Donostia) los días 18 y 19 de junio.
Estudios realizados por el INE indican que las mujeres siguen representando una minoría en cargos con poder. En 2022, las mujeres españolas sólo representan el 34.71% de los altos cargos directivos, y el 38% de los empresarios de este país. Pese a ser datos algo esperanzadores, si lo comparamos con otros oficios socialmente atribuidos a las mujeres como enfermeras (84,4% de las mujeres sanitarias colegiadas en 2021 según el INE) o profesoras (63,9% de los docentes son mujeres en España en 2023 según el Informe “Igualdad en Cifras” publicado por el Ministerio de Educación), podemos observar la poca presencia que realmente tienen en el sector empresarial en nuestro país. Otro estudio realizado por el INE indicaba que en el ámbito de la ciencia y de la tecnología, la mujer tiene mayor representación en España, ya que supuso el 54.4% del total en España durante 2022. Centrando el foco a escala autonómica, los datos no varían especialmente.
En otras áreas, como la creación cinematográfica, sin embargo, se están viendo cambios más esperanzadores. Pilar Rodríguez, profesora de la Universidad de Deusto y experta en cine afirma que, desde hace algunos años, numerosas directoras de cine, como Iciar Bollain, Leticia Dolera o Almudena Carracedo, están rodando películas y series que confrontan a la audiencia con versiones que nos abordan la situación de la mujer en el sector hoy en día.
Mª Jesús Pando, integrante del equipo de investigación de Comunicación en la Universidad de Deusto, y participante del Congreso considera que la tecnología es un arma de doble filo. En definitiva, según ella, el auge de la tecnología, por un lado, ha fomentado la mayor transmisión de estereotipos sobre la mujer, y por otro, también ha permitido que se fortalezca la lucha que pretende acabar con estos mismos.
Cabe recalcar además, que la mujer no es un colectivo minoritario, sino que supone el 51% de la población. Lo cual hace aún más impactante que pese a ser la mayoría de la población, siga teniendo tan poca voz en sectores de gran influencia en la sociedad como la política.
En definitiva, Pando afirma que las redes sociales y las plataformas son instrumentos muy importantes para difundir discursos de odio y misoginia y que, el antifeminismo discurre hoy en día por el mundo digital en dinámicas muy difíciles de controlar y abordar. De ahí el doble filo. La tecnología teje redes que alcanzan públicos muy diversos y a escalas gigantescas. Sin embargo, también es el nido donde se gestan, conocen y comparten las barbaridades más grandes. Esto hace que la situación de desigualdad entre hombres y mujeres parezca no equilibrarse del todo nunca.
Sin embargo, Martín plantea una visión más esperanzador. Sostiene que la tecnología sí será una de las herramientas que se empleen para lograr la igualdad entre hombres y mujeres, pero que, además, se necesitan foros, instrumentos, políticas sociales, sensibilidades que prioricen los derechos humanos y que integren nuestra vulnerabilidad como tales, ”hace más falta un giro epistemológico que tecnológico.”
Martín también expresó su preocupación por la expansión de la así llamada inteligencia artificial (IA), que, según ella, va a poner a prueba casi todos los derechos humanos. Esto, concluye, puede ser aterrador o puede aprovecharse como una oportunidad de cambio social.